
A fines del siglo 19, e inicios del Siglo 20, una fuerte oleada de inmigrantes europeos, principalmente italianos y españoles, llegaron a suelo argentino buscando mejores condiciones de vida.

Desde 1880 la oleada migratoria se hizo muy intensa, tanto que para 1898 la mitad de la población argentina era nacida en Italia. Muchos de ellos fundaron colonias en las provincias del Litoral, fundamentalmente, pero un gran número se quedó en Buenos Aires aportando modismos del italiano y sus dialectos al español que hablaba el resto de la población, dando origen al “lunfardo”, una serie de vocablos que forman parte del habla cotidiana aún hoy en día y que se ha ido enriqueciendo con palabras del portugués.
Valgan como ejemplo: Pibe (por jovencito); laburo (por trabajo); mina (mujer); guita (dinero); bondi (transporte colectivo, Bus).
Pero lo que trajeron en sus baúles de recuerdos fueron las recetas de las abuelas y de una manera o de otra, modificando ingredientes y hasta maneras de cocinarlas, se incorporaron a la mesa diaria y ya son parte indisoluble de la gastronomía argentina.

La “pizza argentina” se divide en una masa fina y crocante, “a la piedra”, y otra con más altura y esponjosa “media masa”. En cualquiera de ellas lo que no debe faltar es el queso mozzarella, cuanto más mejor, y de más calidad es la pizza. Los demás ingredientes pueden ser rodajas de tomate, jamón, morrones, espinacas, rúcula, variedad de quesos o lo que la imaginación del cocinero considere.
El otro gran aporte han sido las pastas, desde los spaguettis a los gnochhis (o sencillamente ñoquis) que se preparan en las casas, se compran secos en las tiendas o supermercados o se saborean en alguno de los muchísimos restaurantes italianos que abundan en toda la ciudad. Más modestos o lujosos en decoración o en la vajilla que se presenten, todos tienen fieles comensales que aprovechan las pausas laborales del mediodía o se reúnen con amigos a festejar una ocasión especial, para saborear un plato de “pastas” con salsas varias. Y algo que caló muy hondo entre los argentinos es una creación que Italia legó al mundo, y muy especialmente a los golosos: el “gelatto”, o el helado cremoso, que fue instalándose como uno de los postres preferidos de los argentinos y un final de fiesta siempre bienvenido.

Por supuesto que los españoles han dejado su huella en los guisados, los caldos y potajes; las “empanadas a la gallega”; los embutidos o “fiambres”; el puchero; los arroces; las tortillas de papa; lentejas y hasta el chocolate caliente que se solía servir en las fiestas patrias.
En realidad la presencia de los españoles desde 1580, cuando fundan la ciudad de Buenos Aires por segunda vez, influyó en toda la comida por sus ingredientes, formas de cocción y condimentos, no hay que olvidarse que el ganado vacuno que hoy prospera en la pampa argentina y que nos convirtió en grandes consumidores de productos cárnicos, vino con los primeros colonizadores de la Península Ibérica. Sin ellos no existiría el “asado”, plato argentino por excelencia.
Tal vez por ello no existan tantos restaurantes típicos españoles en la ciudad, porque en definitiva la cocina criolla ha nacido de la adaptación de los platos tradicionales de España traídos por los conquistadores a los ingredientes que encontraron en este suelo.

